Jean Nicolas Arthur
Rimbaud nacio en Charleville el 20 de octubre de 1854 y murió en Marsella el 10
de noviembre de 1891, fue uno de los más grandes poetas franceses, adscrito
unas veces al movimiento simbolista, junto a Mallarmé, y otras al decadentista,
junto a Verlaine. Escribió sus primeros versos cuando apenas contaba con quince
años y dejó para siempre la literatura a la prematura edad de veinte. Para él,
el poeta debía de hacerse "vidente" por medio de un "largo,
inmenso y racional desarreglo de todos los sentidos".
En octubre del año
1861, el pequeño Arthur entró a la escuela Rossat, donde obtuvo sus primeros
reconocimientos. Su madre fue muy obsesiva en la responsabilidad de la
educación de sus hijos, Vitalie Rimbaud transformó el clima familiar en
asfixiante para los niños. A finales de 1862, se mudan de nuevo, pero esta vez
a un barrio burgués, en el número 13 de la calle d'Orléans. En 1865, Arthur
entra al colegio municipal de Charleville, donde rápidamente destaca como un
alumno brillante y superdotado; obtiene premios en literatura,lenguas, etc...
Compone en latín con fluidez poemas, elegías y diálogos. Pero, como dice en su poema
Los poetas de siete años, ya desde esa edad estaba lleno de conflictos
internos y de sentimientos de rebeldía.
En julio de 1869,
participa en un concurso académico de composición en latín con el tema Yugurta,
el cual gana con facilidad. El director de su colegio dijo de él entonces:
"Nada ordinario germina de esa cabeza, será un genio del mal o un genio
del bien". Habiendo obtenido ya todos los reconocimientos posibles a los
15 años, el muchacho se siente finalmente liberado de todas las presiones a las
que su madre lo había sometido en su infancia más temprana. En 1870, durante
sus clases de retórica, el colegial entabla amistad con su profesor de esta
materia, Georges Izambard, quien era seis años mayor. Este le presta libros,
tales como Los Miserables de Victor Hugo, que el joven Rimbaud lee a
escondidas de su madre, poniéndole toda clase de apodos despectivos a ésta. Aproximadamente
en esta época es también cuando escribe su primer poema, Los aguinaldos de
los huérfanos, aparecido en la revista Revue pour tous en enero de
1870. Entonces comienza a soñar con ir a París y probar un poco del espíritu revolucionario
del pueblo parisino; pues en su hogar se aburría mortalmente y los problemas
con su madre aumentaban día a día, más que nada por la rebelde actitud que
tomaba Rimbaud, como por ejemplo cuando salía a las calles de Charleville
llevando carteles de "Muera Dios".
Durante las
vacaciones escolares de 1870, el 29 de agosto, Arthur, contando ya con 16 años,
logra escapar la vigilancia materna y huye con la sola intención de irse a
París. Pero al llegar a la estación de trenes en la capital descubren que no tenía
boleto. Eran tiempos de guerra civil en Francia en ese entonces, las tropas prusianas
se preparaban para sitiar París y a proclamar la Tercera República Francesa,
por lo que las autoridades fueron inflexibles. Arthur terminó detenido en la
prisión de Mazas.
Durante esta etapa la
escritura del poeta, poco a poco, empieza a evolucionar. Comienza a criticar a
la poesía romántica y parnasiana y a alabar la poesía de Charles Baudelaire, a
quien incluso nombra "un dios, el rey de los poetas".
Rimbaud fue
convencido por su amigo Charles Bretagne de escribirle una carta a Paul
Verlaine, un eminente poeta simbolista, después de no haber obtenido respuesta
de otros poetas. Rimbaud envió a Verlaine dos cartas con varios de sus poemas,
incluyendo Las primeras comuniones y El barco ebrio. Verlaine
quedó intrigado por el talento de Rimbaud y le respondió diciendo: "Ven,
querida gran alma. Te esperamos, te queremos". Junto a la carta mandó un
boleto de tren a París. Rimbaud llegó cerca del 15 de septiembre de 1871
atendiendo la invitación de Verlaine y pasó a vivir con él y su esposa.Verlaine
estaba casado con Mathilde Mauté, la cual tenía diecisiete años y estaba
embarazada.
Para marzo de 1872,
las provocaciones de Rimbaud, que cuenta ya con 17 años, comienzan a causarle
problemas. El joven poeta llevaba una salvaje vida disoluta de vagabundo,
embriagado de ajenjo y hachís. A lo largo de este período continuó escribiendo
sus contundentes y visionarios versos modernos. Inicia con Verlaine una
tormentosa relación amorosa, la que los condujo a Londres en septiembre de
1872, abandonando Verlaine a su esposa e hijo pequeño.
Rimbaud y Verlaine
vivieron en una considerable pobreza en Bloomsbury y en Camden Town, viviendo
de dar clases de francés y de una pequeña mensualidad dada por la madre de
Verlaine. En 1873, por consejo de su madre, Rimbaud decide terminar su relación
amorosa con Verlaine, pero éste fuera de sí hiere de un tiro a Rimbaud y es
condenado a dos años de prisión, que cumple en Bruselas y en Mons.
Rimbaud regresó a
Charleville y literamente se "recluyó" en la granja familiar para escribir
la única obra que publicaría él mismo, Una temporada en el infierno, ampliamente
reconocida como una de las obras pioneras del simbolismo moderno, y donde
incluye una descripción de aquella menuda pareja, cual fue su vida con Verlaine,
su virgen demente, y de quien él era el esposo infernal. En 1874
regresó a Londres, en compañía del poeta Germain Nouveau, y terminó de escribir
sus controvertidas Iluminaciones, que incluyen los dos primeros poemas
en verso libre.
El
baile de los ahorcados
En
la horca negra bailan, amable manco,
bailan
los paladines,
los
descarnados danzarines del diablo;
danzan
que danzan sin fin
los
esqueletos de Saladín.
¡Monseñor
Belzebú tira de la corbata
de
sus títeres negros, que al cielo gesticulan,
y al
darles en la frente un buen zapatillazo
les
obliga a bailar ritmos de Villancico!
Sorprendidos,
los títeres, juntan sus brazos gráciles:
como
un órgano negro, los pechos horadados ,
que
antaño damiselas gentiles abrazaban,
se
rozan y entrechocan, en espantoso amor.
¡Hurra!,
alegres danzantes que perdisteis la panza ,
trenzad
vuestras cabriolas pues el tablao es amplio,
¡Que
no sepan, por Dios, si es danza o es batalla!
¡Furioso,
Belzebú rasga sus violines!
¡Rudos
talones; nunca su sandalia se gasta!
Todos
se han despojado de su sayo de piel:
lo
que queda no asusta y se ve sin escándalo.
En
sus cráneos, la nieve ha puesto un blanco gorro.
El
cuervo es la cimera de estas cabezas rotas;
cuelga
un jirón de carne de su flaca barbilla:
parecen,
cuando giran en sombrías refriegas,
rígidos
paladines, con bardas de cartón.
¡Hurra!,
¡que el cierzo azuza en el vals de los huesos!
¡y
la horca negra muge cual órgano de hierro!
y
responden los lobos desde bosques morados:
rojo,
en el horizonte, el cielo es un infierno...
¡Zarandéame
a estos fúnebres capitanes
que
desgranan, ladinos, con largos dedos rotos,
un
rosario de amor por sus pálidas vértebras:
¡difuntos,
que no estamos aquí en un monasterio! .
Y de
pronto, en el centro de esta danza macabra
brinca
hacia el cielo rojo, loco, un gran esqueleto,
llevado
por el ímpetu, cual corcel se encabrita
y,
al sentir en el cuello la cuerda tiesa aún,
crispa
sus cortos dedos contra un fémur que cruje
con
gritos que recuerdan atroces carcajadas,
y,
como un saltimbanqui se agita en su caseta,
vuelve
a iniciar su baile al son de la osamenta.
En
la horca negra bailan, amable manco,
bailan
los paladines,
los
descarnados danzarines del diablo;
danzan
que danzan sin fin
los
esqueletos de Saladín.